En la variedad está el
gusto y en la cocina reinan las diferencias. Algunos prefieren los dulces muy
dulces y para otros que apenas se sienta. Lo mismo pasa con el sabor propio
amargo de algunos ingredientes, donde se
crean técnicas para reducir su nivel y otros por el contrario lo mantienen para
disfrutar justamente a lo que saben. En cuestión de frutas y postres en lo
personal a mí sí me gusta sentir ese “amarguito” como la toronja, la naranja,
así como la acidez de los cítricos; máxime si se combina con dulce y gana punto
en su presentación.
La naranja como fruta es de las más versátiles y su jugo es aplicado en múltiples recetas, tanto dulces como saladas, en postres, en carnes, en repostería y salsas. Aprovechar las cáscaras parece una costumbre de años en muchos países. Aquí les comparto esta receta que me compartiera Ivannia Balma, quien también disfruta mucho de experimentar en la cocina y complementa el repertorio de mi blog.
Disponga de varias
naranjas, maduras y firmes, que estén sanas. Se lavan bien con agua y un
cepillo. Pélelas en el sentido de gajos, eliminando la parte blanca (que es la
más amarga). Se introducen en una olla con agua suficiente y se deja hervir
unos 5 minutos. Se pasan por colador para eliminar el agua. Se repite este paso
1 o 2 veces según sea su tolerancia al amargo. PERO considere que si se hierve
mucho se suavizan demasiado y no funciona para la receta.
Luego se dejan enfriar las
cascaritas. Lo conveniente es pesarlas y usar esa misma cantidad de azúcar y la
mitad en agua para elaborar un almíbar. O bien usar 2 tazas de azúcar y 1 de
agua. Se deja hervir y se añaden las cáscaras. De aquí tan solo es “chinearlas”
a fuego medio hasta que el almíbar casi haya secado.
Se pasan con cuidado una a
una sobre papel encerado y cuando están frías y secas, se bañan con azúcar
blanca granulada. Así pueden conservarse en un recipiente de vidrio y tapa.
Otra opción es partir en
láminas (lo más fino que pueda) las naranjas. Usar el mismo procedimiento de
hervirlas al menos una vez, escurrirlas y luego incorporarlas en el almíbar de
azúcar. Aquí se disfruta aún más la textura de la cáscara con la suavidad de la
parte interna.
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