Siempre la he considerado entre los vegetales más atractivos
físicamente. Por lo liso de su piel
(cáscara), por su forma rebelde, por su consistencia, por ser diferente y
llamativa en su color. Un ingrediente que nunca se lució en la cocina familiar.
Así que era solo de vista y no de consumo. Cuando la probé la rechacé. No me
gustó. La razón era que no estaba bien preparada.
Una vez inclinado por cocinar y aventurarme a hacer cosas
nuevas y probar sabores extras le di la oportunidad. Así llegó a mi cocina. Lo
primero es aprender a manipularla y ver las tantas opciones que se pueden hacer
con ellas. De ahí lo primero saber que es amarga por sí misma. Y debes tolerar
este sabor para que te guste. Contrarrestarlo se hace partiéndola y dejándola
reposar en agua por unos 20 minutos. En el agua queda el extra amargo de su
sabor. También rociarla partida con sal y así emana su látex.
Curiosamente asada, al horno no requiere este proceso.
Simplemente se cocina y sabe a lo que debe saber. A Berenjena!. Una de las preparaciones
que más acostumbro por facilidad, sabor y resultado de presentación es en
pastel, tipo lasaña. Sobreponiendo capas de láminas del vegetal, alternando con
salsa de tomate y quesos. Se gratina al horno y es delicioso! La receta que les
comento puede detallarla AQUÍ.
Pues bien. Regresando
de la feria del Agricultor un fin de semana, llegaron a casa dos bellas y perfectas
berenjenas. Delgadas sí, pero sanitas. De inmediato pensé en alistarlas para
repetir la lasaña con ellas. Las partí en rebanadas, las puse en agua y sal,
las escurrí y sequé, condimenté y sellé en un sartén. Ya era nada más casi de
armar el pastel. Una cosa u otra fue atrasando la labor y al final las terminé
colocando en un recipiente tapado y las metí en refrigeración para “hacerlas
más tarde”. Ahí quedaron. Conservadas y frías.
Cuando el “más tarde llegó” ya era tarde. Ya no había tanto
tiempo de pensar en horno, de reposo y el hambre “apretaba”. Si era fin de
semana, tampoco urgía de una comida completa. Hasta unas bebidas con lúpulo,
cereal y malta estaban tan frías, como la berenjena allá en la refri metida. Era
más fácil empezar a picar boquitas, que ponerse a hacer más comida.
Qué hay de comer? Tortillitas tostadas, unas latas de atún,
paquetes de maní y las berenjenas heladas. Sáquelas también!. Se comen
calientes? Pues era la idea, además que ya estaban precocidas. Al microondas
por 30 segundos fueron a parar, apenas para espantarle el frío. Cada rebanada
sobre una tortillita frita. Un poquito de salsa de tomate tipo ranchero, sí de
paquete y el queso mozarella que sería lo que uniría al pastel, terminó repartido
al coronar la boquita de berenjena, que nacía en el repertorio de mi cocina.
Un vegetal delicioso.
ResponderEliminarTe felicito se ve deliciosa la receta.
Saludos
Olguis.
Gracias Olga por pasarte por mi página. Saludos y sí, un rico vegetal.
ResponderEliminar