El nombre de esta receta es tan
versátil, como ingredientes o forma de preparación tenga. Así encontraremos el
término “bizcocho”, “biscocho”, “bizcochitos” y biscocho suave o de rosquilla.
Tiene un gran sello cultural histórico, entre las recetas sencillas de nuestros
aborígenes, que cocinaban el maíz y lo
preparaban como una gran torta, hasta la influencia española y de otros
colonos, que utilizan harina e ingredientes como el queso.
También la presentación para el
mismo término puede variar, así encontramos el bizcocho como un solo pastel de
molde, en forma redonda, de empanadas y de rosquillas. Texturas suaves, algo
más duras y tostadas crujientes. Por tradición se hace con maíz, pero también
se usa arroz o trigo.
Aunque las técnicas han
evolucionado y bien nos sacamos el antojo en la casa, cocinando en horno
convencional y hasta en microondas (recetas que pueden aquí en el blog), no hay punto de comparación de saborear
la receta tradicional, que se cocina en los ya casi extinguidos hornos de barro
u horno de leña, que se construyen en forma artesanal, con piedras y barro. Se
utilizan piedra “viva” de los ríos, pesadas, en la base del horno y luego
piedra “muerta”, liviana y de sonido hueco para ir armando la parte superior,
pues es más resistente al calor. La parte de barro se mezcla tierra colorada
con sal, cal, zacate y hasta boñiga. Aquí les comparto un enlace de cómo construir
un horno de barro en sus casas por si es de su interés VER AQUÍ.
Una vez listo el horno es
importante señalar que se introduce leña seca para que se queme y genere el
calor interno, así los alimentos no se cocinan
en forma directa, sino por el calor que se da en el compartimiento
cerrado. Hace poco tuve la oportunidad de visitar la Familia Castro, en
Chirraca de San Ignacio de Acosta, donde tiene su horno de ya bastante tiempo y
de donde salen muchas preparaciones.
Aquí les comparto el resultado de
la “bizcochada” de ese día. En la masa se usó harina de maíz amarillo (en este
caso de la marca Doña Arepa) unos 3 kilos, se le añadió miel de dulce de tapa
(panela, piloncillo), poco más de 1 litro, queso molido y unas 2 botellas de
leche agria que se van añadiendo a pocos, mientras se va amasando e integrando
todos los otros ingredientes, hasta tener una masa manejable para formar
tortillas.
Así a puro puño de mano, se toman
porciones, sobre una hoja de plátano o un plástico se le da forma de tortilla,
se coloca una cucharada de queso blanco rallado y se cierra en forma de
empanadas; las que se van colocando en bandejas de lata, con hojas de plátano
en la base. Luego se le da un brillo con una mezcla de leche agria con miel de
tapa, esto para dar color y un mejor sabor al cocinarse.
Con el calor del horno listo, se
van introduciendo con una pala larga de madera, en las orillas y hacia adentro.
Cuando haya tomado un color dorado se retiran con la paleta y se dejan enfriar. Las hojas
de plátano tienen a quemarse, lo que contribuye a darle un sabor especial al
bizcocho.
Luego es cosa de iniciativa,
tiempo o gusto. Empezar a comérselo así no más, tibio o frío, acompañado de un
café, bebida caliente o un vaso de leche. En la sencillez y toque rústico de la
cocina tradicional costarricense, se rescatan sabores muy propios y recetas que
nunca pasarán de moda. Así es Costa Rica, pura vida!