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Guiselle Vargas |
Muchas son las recetas y preparaciones que se disfrutan en
Semana Santa; cada una destaca por los ingredientes propios de cada región y
otras son muy similares, donde cada quien le pone su punto especial. Así por
ejemplo se aprovechan las flores de itabo que coinciden con la época, el
palmito, el chiverre y en la mayoría de los hogares costarricenses se elabora
pan casero, dulce y salado, pues según dictaba la tradición no se podía cocinar
nada en estos días, así que este tipo de recetas se hacían previamente.
En la Provincia de Cartago, al sur de la Capital, los
productos agrícolas siempre se lucen por la tierra fértil y abonada por sus
suelos volcánicos. La papa, chayote y otros son productos que ya cruzan las
fronteras en altas cantidades de exportación. Sin embargo, en el sector de
Tierra Blanca y otros pequeños lugares se produce el maíz conocido como
“blanquillo” en los primeros meses del año. Es solo una cosecha. Las mazorcas
cargan granos blancos, más grandes que otros tipos de maíz. Es justo el
ingrediente de la zona que se presta para la elaboración de rosquillas, que
tiene como punto principal el usar el maíz crudo, tostado y no cocinado como el
resto de las preparaciones que se hacen con masa.
Los habitantes de Cartago saben que es un ingrediente de un
solo tiempo y lo reservan para la Semana Mayor. Aunque existen pequeñas
diferencias entre las recetas, les comparto aquí una de las formas más
auténticas y tradicionales. Tuve la suerte de que Guiselle Vargas, una vecina
de la provincia, me invitara a observar y “meter mano” mientras ella echaba a
andar la receta. A buen ojo, notas y mis cámaras aquí les dejo la receta.
El maíz se recoge en mazorcas y se pone a secar al sol, luego
se desgrana y se pone a tostar en el horno con unas astillas de canela y clavos
de olor. Para una “tanda” de unas 100 rosquillas se usa ½ cuartillo (1 y ½
kilo) de maíz blanquillo o “maíz de harina” como también se le dice; 8 huevos,
1 cucharada de vainilla, 1 barra (120 gr) de lactocrema, 3 barras de margarina,
½ cucharadita de nuez moscada, 1 tapa de dulce (panela), 1 taza de agua.
El maíz tostado (se usa horno de barro o convencional), se
prueba al morder un granito y que estalle o se pulveriza; se lleva a los
molinos para que lo muelan y así se obtiene la harina que ya tendrá un color.
La tapa de dulce se pone con el agua a cocinar hasta que espese ligeramente, se
le añade la nuez moscada y la vainilla. Algunos dicen que la miel añeja
funciona mejor para la receta!.
Luego es asunto de mezclar todos los ingredientes, harina, mantequillas,
huevos y se le va añadiendo a pocos la miel, hasta formar una pasta manejable.
Como siempre la energía es muy importante, el buen estado de humor e integrar
todo con las manos funciona mucho mejor. Lo recomendable es dejar reposar esta
mezcla por una hora a temperatura ambiente.
Luego se toman porciones pequeñas, que quepan en el centro de
la mano, se hace una bolita y sobre la mesa se extiende para formar cilindros,
uniendo sus puntas para formar las rosquillas.
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izq: crudas; derecha: cocinadas |
Estas se pasan a bandejas engrasadas y enharinadas y se lleva
a fuego moderado (350°) por unos 10 a 15 minutos. Cuando están crudas tienen un
color café encendido y conforme se van cocinando van cambiando a una tonalidad
más clara y van perdiendo su brillo inicial. De esta forma se controla cuando
pueden estar cocinadas. No se puede dejar mucho tiempo en el horno pues se
tuestan. Se saca la bandeja del horno y se deja enfriar completamente antes de
ponerla en otro recipiente o disfrutar. Si se manipulan calientes se
desboronan, quiebran o pierden su forma.
Una vez frías puede conservarlas en recipientes plásticos.
Tendrán una textura arenosa, pero con el sabor de las especias le da un gusto
especial. Es por esta razón que religiosamente se acompañan con café o una
bebida. En el mercado de Cartago también venden el polvo de harina pero sin
especias, de aquí se genera la otra versión que les compartiré en una próxima
entrada.